HOGAR DULCE HOGAR

A lo largo de 20 fotografías, la obra cuestiona la manera en que el ser humano se apropia de su entorno, colonizándolo visual, simbólica y físicamente. La caja, presente en todas las imágenes, actúa como metáfora del hogar, pero no como refugio inocente, sino como instrumento de apropiación y de control. En cada escena, los objetos dispuestos en su interior invaden visualmente el paisaje al que se superponen, replicando la lógica de ocupación del ser humano sobre la tierra: organizamos, fragmentamos y domesticamos nuestro entorno para hacerlo habitable según nuestras reglas, sin concesión ni reciprocidad.En este gesto se revela también la condición del ser humano como ente egoísta y consumidor de recursos, incapaz de convivir sin intervenir, sin modificar, sin poseer. La caja contiene no solo objetos, sino la voluntad de dominio, la necesidad de transformar todo en extensión de lo propio, incluso cuando eso implique descontextualizar, reducir o destruir.Pero la obra no se limita a señalar nuestra relación con lo externo. Al proponer un mismo marco visual para cada imagen, se expone también una compulsión interna por la simetría, el orden y la repetición. Esa estructura revela el deseo de controlar no solo el mundo, sino también lo que llevamos dentro. La caja se convierte así en metáfora de la mente, del yo. Así como delimitamos el paisaje, delimitamos también nuestra identidad; encapsulamos emociones, etiquetamos recuerdos, editamos quiénes somos.La serie mantiene una estructura visual precisa, construida a partir de la proporción áurea y una línea constante en el primer tercio de cada imagen. Este encuadre deliberado no solo refuerza la búsqueda de orden frente al caos del entorno, sino que también genera una continuidad formal entre las obras, articulando un conjunto visualmente coherente y unificado.

 






«HOGAR DULCE HOGAR»

(2021)